Ayer comenzó a circular a través de las redes sociales un vídeo en el que se puede ver a un mando de la Guardia Civil haciendo gala de sus destrezas taurinas ante los 250 guardias civiles que asistían en la academia de Baeza al curso para ascender a suboficial. Sobre el estrado, y ante la proyección de imágenes de toreros, el suboficial que en esos momentos ejercía como docente procedió a realizar distintos ejercicios con el capote y la espada ante el alumnado.
AUGC no tiene nada en contra del citado suboficial, que cuenta con una impecable trayectoria profesional y es reconocido como un experto en materia de espectáculos taurinos, el cual intento hacer amena una materia que a priori es compleja y didácticamente muy pesada. La anécdota, sin embargo, de la que AUGC sólo se hace eco, sí revela un problema de fondo en lo que se refiere a la formación en la Guardia Civil. Porque una cosa es que se impartan conocimientos para que los nuevos suboficiales puedan ejercer de delegados gubernativos en los festejos con espectáculos taurinos que se celebran en muchos pueblos y otra muy distinta es la sensación de folclore que transmiten unas imágenes sacadas de contexto.
Esta anomalía pone de relieve el mal uso que se hace de las instalaciones académicas y el tiempo de los alumnos, rellenando los programas con frivolidades que no vienen al caso, mientras que al mismo tiempo los representantes de la asociación profesional mayoritaria en la Guardia Civil, AUGC, deben instalarse en Baeza por sus medios en el exterior de las instalaciones, en medio de una excepcional ola de calor, con el fin de dar a conocer a los alumnos, futuros guardias civiles, sus derechos sociolaborales.
Una vez más, nos encontramos con una anomalía democrática en la Guardia Civil, donde lo folclórico vuelve a tener prioridad ante la esencia profesional de un colectivo de trabajadores. En este caso, el carácter anecdótico de este hecho no debe desviar la atención de lo que constituye el verdadero problema de fondo del funcionamiento de la Guardia Civil: una institución en la que cualquier desavenencia laboral puede acabar con un trabajador en un penal militar mientras la Dirección General de la Guardia Civil no presta atención a una formación eficaz, específica y profesionalizada. Por ejemplo, con profesores especializados en violencia de género o Código Penal.