La pasada semana, AUGC alertaba de que las agresiones a guardias civiles se están convirtiendo en algo habitual en toda España. La falta de personal y la obsoleta distribución territorial propician estas situaciones, pero también la laxitud con la que la ley actúa ante estas situaciones.
El último episodio de esta tendencia se ha vivido el pasado sábado en la Comunitat Valenciana, cuando un conductor que presentaba síntomas de embriaguez golpeó a dos guardias civiles tras negarse a someterse al control de alcoholemia.
Los hechos tuvieron lugar cuando una patrulla del Destacamento de Tráfico de la Guardia Civil de Valencia paró al conductor de un monovolumen Kia Carnival que circulaba de forma anómala por la carretera CV-417 en el término de Godelleta.
El primero de los agentes fue agredido en el lugar donde este individuo se negó a pasar la prueba. Posteriormente, ya detenido, el hombre fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Chiva y a un centro de salud, donde continuó con su actitud agresiva y propinó un cabezazo a otro agente.
Esta agresión se suma a las recientes que se produjeron en la localidad navarra de Alsasua y la que tuvo lugar en un pequeño puesto en Badajoz, donde el cuartel era atendido en ese momento por un solo guardia civil, una situación que lamentablemente resulta habitual en estos cuarteles de la España vaciada, que lo está también de seguridad pública.
Se trató de una situación de alto riesgo, con un solo agente frente a una persona fuera de control que, de haber tenido éxito en su agresión, podría haberse encontrado ante un guardia civil inconsciente o malherido que portaba en ese momento su arma reglamentaria.
Estas agresiones vuelven a recordarnos que en la actualidad la presencia de la Guardia Civil en el ámbito rural es más aparente que real debido a dos factores contraproducentes:
1.- La falta de plantilla.
2.- El despliegue territorial basado en un elevado número de unidades con escasos efectivos en cada una de ellas.
Se trata de una estructura más acorde del siglo pasado, ineficaz y quedando muy lejos de ser una policía de proximidad, cercana al ciudadano ya que con el paso del tiempo nuestra presencia va disminuyendo en la demarcación rural.
Tener cuarteles semicerrados, que abren dos o tres veces por semana en horario de mañana, no resulta efectivo y, además carecen de recursos para realizar las patrullas necesarias.
Pero, al margen de estas cuestiones, también debemos señalar que este tipo de agresiones suelen saldarse con muy escaso castigo para los delincuentes. Por este motivo, desde AUGC solicitamos una mayor protección para los guardias civiles en el ejercicio de sus funciones, con penas más ejemplarizantes en el Código Penal que respalden las actuaciones de quienes han de velar por la seguridad de todos los ciudadanos y que con tanta profesionalidad realizan su labor.