La Guardia Civil ha decidido volver a tirar la casa por la ventana cuando se trata de fastos y solemnidades, mientras se sigue consintiendo que los guardias civiles carezcan de chalecos antibalas y continúen patrullando en vehículos con más de 400.000 kilómetros que presentan un estado deplorable.
En este caso se trata de los actos conmemorativos de la celebración del 25º aniversario de la L Promoción de la Academia General Militar (AGM), el próximo 12 de marzo.
Dicha comisión tiene derecho a pasaporte, con dos días de dieta completa y uno de media manutención. También se autoriza el desplazamiento particular, incluyendo gastos de garaje y de peaje. En caso de que se utilice otro medio de transporte se autorizan los gastos de desplazamiento e interiores en taxi.
Igualmente se autoriza la asistencia a dichos actos, en las mismas condiciones, que sus componentes, al integrante más antiguo de las promociones anterior y siguiente.
Es decir, que para festejar un aniversario que poco o nada le importa al ciudadano sí se puede tirar de presupuesto y destinar a unas bodas de plata docenas de jornadas de dieta completa, taxis, peajes, garajes, etcétera, mientras que para lo que sí que realmente se demanda de la Guardia Civil (medios humanos y materiales adecuados para garantizar la seguridad ciudadana) siempre nos topamos con los recortes o la insuficiencia de dotación.
Desgraciadamente, la Guardia Civil como institución sigue sumida en una inacción y una indiferencia, tanto desde el punto de vista moral como organizativo, por las que el Generalato continúa comportándose como si nada estuviese ocurriendo, desoyendo así la reclamación de los trabajadores del Cuerpo y de la sociedad en general. Para ellos, la Marea de Tricornios del pasado 14 de noviembre, donde 12.000 compañeros y sus familiares salieron a la calle para gritar su frustración, no ha existido nunca. Para ellos es más fácil vivir con los ojos cerrados y los oídos bien tapados.
No, para los altos mandos y sus responsables, lo importante sigue siendo desfilar cargados de metal y presumir de sus aniversarios o de sus peregrinaciones a santuarios religiosos.
Mientras tanto, los guardias civiles han de salir cada día a trabajar en unas condiciones precarias impropias de un cuerpo policial del siglo XXI.