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Artículo de Juan Fernández, portavoz nacional de AUGC, en memoria de José Manuel, el compañero asesinado en Granada.

José Manuel Arcos, el compañero asesinado en Granada. Descanse en paz.
José Manuel Arcos, el compañero asesinado en Granada. Descanse en paz.

El triste suceso ocurrido en la madrugada de este lunes nos ha dejado a todos con el corazón encogido, sin llevarse grandes titulares pero sí una parte de cada uno de los guardias civiles que saben lo que es patrullar, esta semana hemos despedido a José Manuel, destinado en Granada, de 47 años con mujer e hijos. Un desalmado se lo ha llevado para siempre. Viuda y huérfanos pasan a formar parte de la lista de familiares del Cuerpo con “bajas en acto de servicio”. Honores, bandera, ceremonia y lagrimas, muchas lagrimas.

Mientras, inicias el servicio y de nuevo piensas que en caso de recibir un aviso de alto riesgo por la emisora te lo pensaras dos veces, en caso de peligro no me la juego. Pero vuelve a ocurrir… en pocos segundos máxima tensión, vehículo a la fuga, atraco con violencia, descripción del vehículo y delincuente con antecedentes, se escucha desde la Central a través de la emisora: “individuo peligroso, va armado, extremen precauciones”.

Y de nuevo te olvidas de todo. De tu familia, del exiguo salario que recibes y que cada mes has de estirar y estirar, de los agotamientos por las noches y festivos trabajados, del maldito cuadrante que no cuadra para nadie excepto para unos pocos, siempre los mismos, de la productividad, que ha pasado a ser parte de un perverso sistema que perpetua un injusto pago asignado a quienes menos se la tienen que jugar, y que forma parte de un remuneración fija por los servicios prestados al sistema, también te olvidas del coche patrulla con más de doscientos mil kilómetros y con el que ahora vas detrás de un vehículo de alta gama con las sirenas y luces destellantes a toda velocidad, del reparto (sí, reparto) de medallas y condecoraciones que van a parar a cualquier uniforme menos al de aquellos que hacen patrullas y más patrullas, de la falta de chalecos, por favor, un chaleco para cada guardia civil y policía nacional que proteja las partes vitales cuando llegue el momento de la verdad.

La actuación finaliza y te la has vuelto a jugar. Y piensas para ti mismo, es la última vez, no lo vuelvo a hacer. Y te acuerdas de nuevo de José Manuel, descanse en paz, y de su familia, y de la tuya, y de la nómina que recibes y de lo que te ha costado la funda de extracción rápida con seguro antihurto para el arma oficial que ahora llevas en la cintura, y del chaleco que cargas bajo el uniforme, y te acuerdas que te lo has tenido que costear tú, quitándolo de la economía del hogar. Es la última vez, no me la vuelvo a jugar.

Y cuando menos te lo esperas, días más tarde, en la rutina del servicio vuelve a sonar: “vehículo a la fuga en dirección tal, con atraco en cual establecimiento… individuo peligroso, va armado extremen, precauciones”. Sin intercambiar palabras, el compañero enciende las sirenas y luces prioritarias, mientras tú pisas a fondo el acelerador del coche patrulla con más de doscientos mil kilómetros.

 

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