El triste suceso ocurrido en la madrugada de este lunes nos ha dejado a todos con el corazón encogido, sin llevarse grandes titulares pero sí una parte de cada uno de los guardias civiles que saben lo que es patrullar, esta semana hemos despedido a José Manuel, destinado en Granada, de 47 años con mujer e hijos. Un desalmado se lo ha llevado para siempre. Viuda y huérfanos pasan a formar parte de la lista de familiares del Cuerpo con “bajas en acto de servicio”. Honores, bandera, ceremonia y lagrimas, muchas lagrimas.
Mientras, inicias el servicio y de nuevo piensas que en caso de recibir un aviso de alto riesgo por la emisora te lo pensaras dos veces, en caso de peligro no me la juego. Pero vuelve a ocurrir… en pocos segundos máxima tensión, vehículo a la fuga, atraco con violencia, descripción del vehículo y delincuente con antecedentes, se escucha desde la Central a través de la emisora: “individuo peligroso, va armado, extremen precauciones”.
Y de nuevo te olvidas de todo. De tu familia, del exiguo salario que recibes y que cada mes has de estirar y estirar, de los agotamientos por las noches y festivos trabajados, del maldito cuadrante que no cuadra para nadie excepto para unos pocos, siempre los mismos, de la productividad, que ha pasado a ser parte de un perverso sistema que perpetua un injusto pago asignado a quienes menos se la tienen que jugar, y que forma parte de un remuneración fija por los servicios prestados al sistema, también te olvidas del coche patrulla con más de doscientos mil kilómetros y con el que ahora vas detrás de un vehículo de alta gama con las sirenas y luces destellantes a toda velocidad, del reparto (sí, reparto) de medallas y condecoraciones que van a parar a cualquier uniforme menos al de aquellos que hacen patrullas y más patrullas, de la falta de chalecos, por favor, un chaleco para cada guardia civil y policía nacional que proteja las partes vitales cuando llegue el momento de la verdad.
La actuación finaliza y te la has vuelto a jugar. Y piensas para ti mismo, es la última vez, no lo vuelvo a hacer. Y te acuerdas de nuevo de José Manuel, descanse en paz, y de su familia, y de la tuya, y de la nómina que recibes y de lo que te ha costado la funda de extracción rápida con seguro antihurto para el arma oficial que ahora llevas en la cintura, y del chaleco que cargas bajo el uniforme, y te acuerdas que te lo has tenido que costear tú, quitándolo de la economía del hogar. Es la última vez, no me la vuelvo a jugar.
Y cuando menos te lo esperas, días más tarde, en la rutina del servicio vuelve a sonar: “vehículo a la fuga en dirección tal, con atraco en cual establecimiento… individuo peligroso, va armado extremen, precauciones”. Sin intercambiar palabras, el compañero enciende las sirenas y luces prioritarias, mientras tú pisas a fondo el acelerador del coche patrulla con más de doscientos mil kilómetros.