La mañana del lunes 9 de julio transcurría con normalidad en la piscina municipal de Cacabelos (León). Óscar García Campelo, guardia civil destinado en el puesto de Bembibre, disfrutaba de una jornada de asueto con su familia cuando su hijo, de catorce años, le señaló lo que en un principio ambos tomaron como una demostración de ejercicios de reanimación con un muñeco. Apenas necesitó unos segundos para percatarse de que aquello no era ninguna simulación, sino un caso real de ahogamiento, concretamente de una niña de tres años.
Rápidamente, Óscar se identificó como guardia civil y comenzó a aplicar a la niña los protocolos de Reanimación Cardiopulmonar (RCP) que había aprendido durante su servicio militar en la Cruz Roja y recordado y perfeccionado hace tres años en un curso recibido en la Comandancia de León.
“Me di cuenta de que los socorristas estaban confusos, y no había tiempo que perder. La niña ya estaba amoratada, no tenía pulso ni respiración, así que comencé a hacerle masaje cardiaco y el boca a boca. Se me unió una ATS que también estaba pasando el día en la piscina, y nos turnamos durante veinte minutos hasta que llegaron las asistencias”, relata.
Posteriormente, la niña fue trasladada en UVI móvil al Hospital del Bierzo de Ponferrada, y luego en helicóptero sanitario al Complejo Asistencial de León. La rápida y profesional actuación de Óscar, según le han comunicado los médicos, no sólo salvó la vida de la pequeña, sino que ha evitado que le quede secuela alguna.
“Fueron minutos de desesperación –recuerda-, porque realmente estaba muy mal. Yo sólo quería ver que volvía a respirar y focalicé toda mi atención en ella. Por eso en esos momentos no era consciente de lo que había a mi alrededor. Luego me di cuenta de que casi todo el mundo se había ido. Comprendo que la gente no quiere ver esas cosas, sobre todo cuando se trata de una niña tan pequeña”.
Se dio además la circunstancia de que en la piscina tampoco se encontraban los padres de la niña, ya que ésta había acudido allí con el grupo del campamento municipal: “La madre estaba esperando fuera para recogerla, y no sabía que era su hija la que había sufrido el percance”, explica Óscar, quien días más tarde, superado el tremendo susto, tuvo ocasión de visitar a la niña y su familia: “Fue muy emocionante, porque ves que tiene toda la vida por delante. Al principio ella estaba un poco vergonzosa, como es natural, pero luego ya fue cogiendo confianza”.
Hoy, Óscar reconoce “el orgullo” que le produce haber salvado la vida de la niña, aunque admite el enorme impacto emocional que le produjo la situación: “Al día siguiente no podía parar de llorar al recordarlo”, relata.
Desde AUGC, asociación a la que este compañero está afiliado, también nos mostramos tremendamente orgullosos de Óscar. Valgan estas líneas para aplaudir su actuación y para insistir en la importancia de que los guardias civiles reciban formación continua y actualizada de este tipo de técnicas que salvan vidas. También, como recuerda el propio Óscar, cabe recalcar la necesidad de que en todas las instalaciones públicas existan desfibriladores en perfecto uso, “porque nunca se sabe dónde puede ocurrir una emergencia de este tipo en la que esté en juego la vida de una persona”.