Toni (49). Guardia civil desde 1999. Núcleo de Servicios de Cádiz. Dos hijos.
“Solicité la reducción de jornada unos tres meses después de venir al mundo mi segundo hijo. Mi mujer trabajaba y teníamos otra niña pequeña, de cinco años. Decidimos repartirnos tanto las tareas del hogar como el cuidado de nuestros hijos, para una correcta conciliación de la vida laboral y familiar. El trabajo de mi mujer y su horario laboral permite mucho más la conciliación familiar que el trabajo aquí, en la Guardia Civil. Por eso nos decantamos por pedirla yo.

¿Las consecuencias negativas de esta situación?  Aparte de la reducción económica, ha sido más el peaje emocional.

Todavía disfruto de la misma. Tuve que solicitarla dos veces, recibiendo la primera vez que la solicité un ‘no’ por respuesta, basada en las necesidades del servicio. Pero al cambiar la normativa interna, donde se especificaba claramente qué eran necesidades del servicio, pude volver a solicitarla, con el resultado positivo de Reducción de Jornada con Concreción Horaria.

¿Las consecuencias negativas de esta situación?  Aparte de la reducción económica, ha sido más el peaje emocional. Escuchar de tus jefes inmediatos frases como que ‘te quitan muy poco dinero para lo mucho que consigues’;  ‘que los cuide tu mujer’ o  ‘¿por qué no contratas a una persona que cuide de tus hijos por las tardes?’. O escucharlas de tus propios compañeros: ‘¿Es que yo tengo que hacer tus noches o tus fines de semana?’ , gravan más que el dinero. Además, en la Guardia Civil persiste una idea machista muy arraigada, por la que la mujer, incluso la mujer guardia civil, donde mejor está es cuidando de su familia y de sus hijos”.