En un Estado de derecho hay servicios públicos en los que no caben recortes. Uno de ellos es, sin duda, el de la seguridad. AUGC lo ha denunciado en numerosas ocasiones: faltan guardias civiles, así como una distribución territorial de los recursos humanos y técnicos adecuada a las necesidades del medio rural, cada vez más desprotegido. Por desgracia, la realidad sigue respaldando nuestras reclamaciones.
El último ejemplo de esta precariedad se produjo el pasado martes en un pequeño puesto en Badajoz, donde el cuartel era atendido en ese momento por un solo guardia civil, una situación que lamentablemente resulta habitual en estos cuarteles de la España vaciada, que lo está también de seguridad pública.
El hecho es que cuando este agente llamó la atención a un vecino que paseaba con un perro de una raza de las consideradas potencialmente peligrosas que iba suelto y sin bozal, el propietario del animal se encaró con el agente, profiriendo toda clase de insultos y amenazas.
Ya en el cuartel, este individuo trató de agredir al guardia civil lanzándole un cabezazo que éste pudo detener interponiendo su brazo, que resultó lesionado.
A esta acción siguió un violento forcejeo del que, por fortuna, el agente pudo zafarse para pedir ayuda a una patrulla del Seprona que se presentó en un breve espacio de tiempo en el puesto, de manera que entre todos pudieron reducir al agresor.
El asunto tuvo un final feliz, pero no cabe duda de que la situación fue de alto riesgo, con un solo agente frente a una persona fuera de control que, de haber tenido éxito en su agresión, podría haberse encontrado ante un guardia civil inconsciente o malherido que portaba en ese momento su arma reglamentaria.
Y es que esta agresión vuelve a recordarnos que en la actualidad la presencia de la Guardia Civil en el ámbito rural es más aparente que real debido a dos factores contraproducentes:
1.- La falta de plantilla.
2.- El despliegue territorial basado en un elevado número de unidades con escasos efectivos en cada una de ellas.
Se trata de una estructura más acorde del siglo pasado, ineficaz y quedando muy lejos de ser una policía de proximidad, cercana al ciudadano ya que con el paso del tiempo nuestra presencia va disminuyendo en la demarcación rural.
Tener cuarteles semicerrados, que abren dos o tres veces por semana en horario de mañana, no resulta efectivo y, además carecen de recursos para realizar las patrullas necesarias.
Entendemos que no tiene mucho sentido la actual distribución territorial de unidades, cuestión ésta que se podía subsanar con un nuevo modelo policial, con una nueva distribución de unidades operativas territoriales y con la creación de puestos principales en los que se engloben plantillas grandes con distintas especialidades, con más agentes de patrulla para reducir los tiempos de reacción ante un aviso y así cubrir grandes extensiones y núcleos operativos.